viernes, 5 de diciembre de 2008

Dos ángulos de la Historia




Ficha Bibliográfica:
Nombre del autor: Ahumada, Illanes, Pinto, Salazar, Villalobos.
Título de la obra: “Dos ángulos de la historia, En “Cuadernos de Historia”. N°19
País: Chile (Santiago)
Año de publicación: 1999
Editorial: Universidad de Chile
Páginas o capítulos controlados: pp. 265-290.

La obra recoge un debate que destacados historiadores chilenos sostuvieron en un medio de información escrita de importante difusión. La polémica surge a partir de la publicación del libro de Salazar y Pinto “Historia Contemporánea de Chile”. A continuación resumiremos los postulados de cada uno de los intervinientes.
• María A. Illanes: La obra aludida, cumple con el importante objetivo de colocar el centro de interés en actores antes olvidados como agentes concretos (incluso protagonistas) de la construcción histórica. (“sujeto histórico”), lo que los autores llaman “clase social” (1) (Pinto), “ciudadano de base” (Salazar), opuesto a la “clase política” o dirigente, que, por medio de sus mitógrafos oficiales, ha puesto el acento exclusivamente en el actuar propio. Tal dicotomía se expresa en el “desgarramiento entre sociedad civil y Estado”, que esconde –en una relación de dominación “arriba/abajo”- el verdadero proyecto popular, constantemente “clientalizado” desde arriba, pero siempre latente en términos de su “descontento” e “instinto igualitario”.
• Sergio Villalobos: A partir de un fundamento ideológico marxista (“más inflexible en Salazar”) se insiste en teorizar aspectos sobre una realidad que no es, al exagerar el papel de “sujeto de la historia” que tendría la “masa popular” (“bajo pueblo”), desestimando la labor histórica de las elites y su “determinante” liderazgo político, económico y cultural. Villalobos intenta trazar un camino intermedio que no descuide el rol director de las elites ni tampoco la labor “anónima y silenciosa” de los demás sectores sociales. No se puede prescindir ni de uno ni de otro. Critica de Salazar, su lenguaje críptico y abstruso, coincidente con los “nuevos investigadores” carentes de una “cultura humanística” y obsesionados por la sobre-elaboración monográfica, sentando un abismo respecto del lector y por ende en la difusión de la historia. Critica también el “pluriculturismo” relativista e historicista extremo, presente en la obra de Salazar y Pinto, pues representan un peligro “desintegrador”.
• Gabriel Salazar: No existe una postura objetiva, tal pretensión –positivista- estaría ya agotada; lo que convierte en legítimas a las diferentes interpretaciones históricas como “legítimas” e inevitables. Tomar partido por los sectores populares responde a una “humanización” de la historia que favorece la integración de éstos a la vida moderna por medio de la “equidad distributiva”, legitimando así el poder. La historiografía tradicional ha caricaturizado esta “teoría del cambio social”, manteniendo la versión “neokantiana” de “la” única posible versión. (ej. Encina, Edwards, Eyzaguirre, Góngora, Vial, Jocelyn-Holt, etc.). Las críticas de que es objeto sobre su “militancia ideológico-política”, se corresponden más con el debate sobre el “fantasma” comunista durante los 70s. que en el contexto actual.
• Rodrigo Ahumada: La obra de Salazar-Pinto, en términos de su estatuto epistemológico, se haya más cercana –decididamente- a un discurso ideológico previo, que busca sustentarse instrumentalizando la historia (por medio de la “utilización” de la historia. p. 19). La ideología aludida es hegeliano-marxista, y estaría “hipotecando” la posibilidad del “saber histórico”, al colocar la historia desde abajo como el único camino para investigar los procesos históricos. Respecto de su corpus teorético, critica también el entramado construido que confunde e impide discriminar lo propiamente histórico de lo politológico (en el caso de Salazar) o de lo sociológico (en el caso de Pinto). La supuesta “novedad” de la obra comentada sería, por el contrario, una regresión peligrosa, que incluso obstaculiza el cambio social.

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“Permanecer en actitudes conservadoras y nostálgicas no conduce a nada. Es morir lentamente” (Sergio Villalobos). (2)

He decidido presentar esta reflexión del profesor Sergio Villalobos, por cuanto sintetiza de forma significativa las críticas que unos y otros –desde cada uno de los “dos ángulos de la historia”- se enrostran, a propósito de la publicación del mencionado libro de Salazar y Pinto. Tal afirmación, no obstante, bien pudo haber sido formulada –y de hecho con otras palabras lo fue- por los mismos personajes aludidos en la crítica de Villalobos, a saber: Salazar, Pinto e incluso María A. Illanes. Punto de gran importancia, pues nos señala la correspondencia de dos percepciones, que, desde sectores diametralmente opuestos, llegan a una misma conclusión respecto del otro. De hecho, Illanes fustiga a Villalobos de la siguiente forma: “Sería lamentable que el historiador Villalobos (...) viniera a alimentar con su visión de la elite mandante de la historia, ese discurso histórico oficialista, derechista y militarista que hoy se reconstruye en Chile”(3) . Y por su parte Salazar lamenta que Villalobos se acerque a la historiografía tradicional, que investiga desde el lado de las elites, “tal como Encina, Edwards, Eyzaguirre, Góngora, Vial, Jocelyn-Holt, etc.” (4)
Contado de esta forma, parecería incomprensible que sea Villalobos quien tache de conservadores y nostálgicos a sus colegas aludidos. Acaso la explicación estaría en el afán, de ciertos investigadores –según Villalobos más explícito en Salazar- de acomodar la realidad a un corpus teórico metodológico hegeliano-marxista. Atendiendo a la obsolescencia de la ideología marxista, el uso de un paradigma cercano implica –y a esto apunta también la intervención de Rodrigo Ahumada- la instrumentalización de la historia. De esta forma, y en la misma línea, Ahumada critica las limitaciones de esta episteme, que hipotecaría el “saber histórico”, colocando a la historia “desde abajo”, esto es, desde la mirada del “ciudadano”, como el único camino para investigar los procesos históricos. Tales posiciones se escaparían a la búsqueda de objetividad que debiera tener todo historiador “honesto intelectualmente” . (5) También se confunden la labor investigativa del historiador con su función social y lo que es peor –según Ahumada- el pensamiento histórico con el pensamiento ideológico, primando éste sobre aquél. Esto quedaría demostrado en la Introducción del libro de Salazar-Pinto, que coloca al historiador más como un representante político-militante de las masas que como un investigador “científico” y en este sentido, su objeto de estudio termina instrumentalizado y la realidad falsificada, en pos de la confirmación de un dogma ideológico (“Weltanschauung”).
Ciertamente el problema del “partidismo” en las ciencias sociales es un tema de permanente actualidad. Comprendería, no obstante, un universo de implicancias que van desde la aparentemente inocua negación de una ciencia objetiva y libre de valores, hasta la “inclinación a subordinar los procesos y conclusiones de la investigación a los requerimientos del compromiso ideológico o político del investigador” (6). Como bien señala el historiador británico Eric Hobsbawm, en tanto todo partidismo tiende a ubicar un adversario, vincula inevitablemente su ciencia como la “correcta” en medio de un combate contra la ciencia “incorrecta” .(7) El asunto tiene implicancias serias en la labor historiográfica, por cierto, más aún si el investigador reconoce tener un “compromiso” y supedita su labor a intereses aún de exigencias “éticas”, como sostiene Salazar.
Pero por otra parte, existe una tendencia en las sociedades liberales a idealizar al “científico independiente”, generándose también, paradójicamente, nuevos partidismos respecto a esto. Todavía más, en cierto sentido muchas ciencias como la sociología, la historia y otras ciencias sociales fundamentalmente, se han visto beneficiadas con el partidismo en los casos en que éste logró conformar un paradigma sólido de investigación. Incluso podríamos decir que esta situación contribuyó en no menor medida a modificar el statu quo mantenido antaño por aquellas disciplinas que, preciándose de ser garantes de la imparcialidad, sostenían con orgullo ser un paréntesis frente al contexto de las ideas políticas.
La postura ideológica, por lo tanto, puede contribuir al avance de la ciencia, en tanto que proporcione “un incentivo para cambiar los términos del debate científico, un mecanismo para inyectar nuevos temas, nuevos interrogantes y nuevos modelos de respuesta desde fuera” (8). En este sentido, el aporte de Salazar y Pinto podría considerarse una notable contribución a la ciencia, incluso si sus autores se postulan su propio trabajo como la vía más legítima de investigación.
Por último, queda en suspenso la aplicación del término “conservador” para los autores de la obra “Historia contemporánea de Chile”; del mismo modo como quedaría en suspenso la aplicación de tal para Sergio Villalobos o el mismo Eduardo Ahumada por el sólo hecho de sostener la importancia del liderazgo de las elites en la construcción histórica nacional. Esto explica lo equívocas que pueden ser este tipo de taxonomías. Gran injusticia se cometería con el profesor Villalobos si su ingente obra historiográfica, plagada de visiones novedosas que han constituido un aporte al debate científico a lo largo de varias décadas, fuera resumida bajo el hoy despectivo apodo de “conservador”. No obstante, el hecho de que tanto Salazar como Villalobos (y los demás interlocutores ubicados en los respectivos bandos o “ángulos”) se perciban –y acusen- recíprocamente de esta forma, constituye un hecho fehaciente, al menos, de que la disciplina historiográfica nacional no ceja de moverse.

(1) Aunque desde una perspectiva dialéctico no marxista ni combativa.
(2) Dos ángulos de la historia, En “Cuadernos de Historia”. N°19, p. 278
(3)Op. cit. p. 274
(4) Op. cit. p. 275.
(5)Op. cit. p. 281
(6)Eric Hobsbawn, “Partidismo”, En “Sobre la historia”, Ed. Crítica (de bolsillo), Barcelona, España, 2002 p. 133
(7) Continuamos citando a Hobsbawm: “... la historia de las mujeres frente a la historia machista, (la historia) de la ciencia proletaria frente a la ciencia burguesa, etc.” (idem)
(8)Hobsbawm, Op. cit. P. 144.

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